La edificación propuesta se organiza en 5 plantas sobre rasante, con una organización vertical que proporciona una transición en altura desde los espacios de carácter público hacia los espacios de carácter privados y administrativos.
El edificio se organiza en altura, partiendo del basamento pétreo pre-existente, el cual se recupera, restaura e integra respetuosamente en el conjunto de la actuación. En dicho zócalo al que obliga conservar el PECA, se ubican los dos primeros niveles, siendo estos los de mayor relación con el ámbito público (visitas, exposiciones, conferencias, etc.), sobre él mismo, se desarrollan los tres niveles restantes, que configuran un volumen global, compacto y hermético a modo de cofre, con el que se pretende dar una imagen rotunda y pesada en consonancia con la arquitectura en la que se instaura la actuación aunque re-interpretada desde la contemporaneidad. En dichos niveles, se ubican los usos administrativos, espacios de trabajo y dirección.
Se ha prestado especial atención a la relación entre la obra de nueva planta y lo pre-existente, intentando en todo momento que los dos lenguajes empleados sean plenamente compatibles entre sí y con el entorno.
Respecto de los espacios interiores es la planta baja, el lugar donde dotar de la escala adecuada al edificio, situándose en ella un vestíbulo de relación que permita al espectador tomar conciencia del lugar en el que se encuentra, así como la de proporcionarle una rápida y suficiente información de los espacios que existen en el edificio. A este fin colabora la caja de escalera, hito vertical y referencia constante del edificio, exterior e interiormente, que opera como linterna introduciendo la luz del sur en toda la sección del edificio e iluminando todos los espacios de distribución y relación del mismo. El edificio pues, se concibe como un cofre al exterior y como una delicada vitrina al interior, donde la luz tamizada por los diversos cerramientos vítreos, pretenden evocar el mundo de vino.