Las actuaciones demandadas por las bases del concurso son tres: La creación de una nueva torre-campanario, la restauración de las fachadas de la Iglesia-fortaleza de Murla y por último, la ordenación del espacio urbano existente entre ambos hitos.
El campanario se resuelve gracias a un “muro parlante” de hormigón armado que se pliega sobre si mismo. Un “plano contenedor” que acoge el programa solicitado para dicho elemento, un pequeño almacén, un aseo en planta baja, y el cuerpo de campanas en su coronación. La propuesta intenta mediante la geometría utilizada, evocar una suerte de elemento animado que potencie su carácter de hito visual, al tiempo que devuelva al campanario su lógico protagonismo en la vida civil de la ciudad. Se ha optado por un mosaico de grandes huecos abocinados en fachada que persiguen la doble misión de conferir dicha presencia “animada” a la torre, y al mismo tiempo establecer una cierta relación con la tipología de huecos propia de la arquitectura militar de la iglesia-fortaleza.
Respecto a las campanas, éstas se han dispuesto de forma canónica, es decir, en una sala poligonal cubierta por una bóveda acústica, donde la “gran” se dispone enfrentada a la “mitjana” y a su vez hacia la portada de la iglesia; y las pequeñas, según los cánones, a mayor altura respecto de las mayores.